lunes, 10 de mayo de 2010

¿Por qué aún aceptamos la religión? (III). Promesas


Después de haber comentado respecto del porque creo que aceptamos la religión, mencionando que brinda: Pseudorespuestas sencillas y simples a problemas complejos y que Las religiones se encuentra arraigadas a nuestras costumbres e instituciones sociales, considero que la religión realiza promesas de situaciones imposibles o, muy difíciles de cumplir, pero que bien vale la pena esforzarse para lograr un beneficio.

El ser humano ejecuta sus actos siempre con una finalidad determinada, aunque algunas veces desconocida para él mismo. Todos sus actos tienen a tratar de generar un beneficio particular. Algunos son determinados de forma consciente y otros de forma inconsciente. Aquellos establecidos de forma consciente son evaluados de forma subjetiva. Tal y como comenté en su momento, ni siquiera la caridad es desinteresada, sino que responde, de forma general, al mejoramiento de la convivencia social y de forma específica, en materia religiosa, a alcanzar individualmente un estado superior de beneficios no terrenales. Es tal la valoración subjetiva de los beneficios que en muchos casos ésta es difícil de encontrar. Por ejemplo ¿qué beneficio puedo tener al quedarme acostado sin hacer nada todo el día? pues eso, no hacer nada, mí costo de oportunidad de quedarme acostado es mucho mayor que levantarme y realizar alguna acción. Esto es evaluado y finalmente gana el quedarme de haragán.

En otros casos se realizan actos de forma inconsciente que generan beneficios. Por ejemplo ¿qué mueve a una madre a dar la vida por su hijo? podríamos catalogarlo por amor desinteresado al 100%, sin injerencia alguna de beneficio propio... pero no, acá entra en juego la evolución que nos a proporcionado ciertos sentimientos hacia los hijos. De este modo dar la vida por uno de ellos es producto de la evolución dirigido a lograr la supervivencia de la especie. Crudo, si. Efectivo, también.

La cuestión es que la continua búsqueda de beneficios de forma consciente ha sido utilizada por las religiones. A la mayoría de seres humanos nos gustaría un mundo seguro, sin problemas, sin aflicciones, sin sufrimientos… esa promesa de beneficio es muy bien utilizada por las religiones, especialmente aquellas que predicen un fin de los tiempos apocalíptico. Leones pastando con corderos... todos viendo a Dios y alabándole en un paz eterna sin problemas por toda la eternidad... hombres y mujeres buenos... Una promesa de vida mejor a cambio de sufrimiento en esta vida. De hecho algunas religiones han dado un paso más directo y prometen mejoras reales en este mundo a cambio de seguirlas (como las seguidores de la teología de la prosperidad o el budismo que pregona que el karma y darma se dan dentro del mundo, por ejemplo). Finalmente, cuando la situación es mala lo menos que queremos escuchar es que nos irá mejor o, al menos, no tan mal.

Algunas religiones también nos presentan un modelo relacionado con recompensa y castigo que coadyuva a mantener la venganza en bajo perfil, prometiendo que el malo tendrá su castigo y el bueno su recompensa. ¿Cuántas veces no hemos escuchado "Dios lo juzgará" o "deja que se encargue la Justicia divina"?

Otras religiones van a un punto más personal al darle una promesa de interrelación entre los personajes místicos y el creyente, de modo que les hace ser amigos o hijos de seres con superpoderes o herederos de un reino que nadie ha visto.

En otras palabras las religiones nos dan promesas, ya sea en un mundo sobrenatural o acá mismo. Dichas promesas van encaminadas a lograr un beneficio, algo que el ser humano busca con todos sus actos ya sea de forma consciente o inconsciente. La pregunta es ¿es cierto ese beneficio? pues al momento nadie lo sabe, al menos de forma objetiva ya que nadie (irrefutablemente) ha regresado de la muerte y ha comprobado dichas promesas.

El problema en este caso se presenta no de la falta de certeza en las promesas, sino cuando la sociedad (y el propio individuo) responde para satisfacer dichas promesas en mayor medida que en satisfacer sus verdaderas necesidades en la realidad. Cuando se enfoca la mayor cantidad de energía y recursos en lograr las promesas de la religión, se deja de lado necesariamente las acciones que debe tomar aquí y ahora. Por principio es imposible que un mismo recurso (tiempo, atención, ideas y respuestas, por ejemplo) se emplee idóneamente en dos actividades distintas por lo que esta búsqueda de lograr conseguir las promesas de la religión finalmente constituyen un distractor de las efectivas necesidades sociales e individuales. Es por ello que si bien estas promesas constituyen un motivo por el cual aún aceptamos la religión, este no constituye un motivo indispensable para la convivencia social o para el desarrollo individual sino pueden representar todo lo contrario.

Continuará...

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