martes, 16 de noviembre de 2010

Divagando respecto del cerebro, miedo y creencias

En anteriores oportunidades he tocado lo absurdo de considerar inteligente el diseño de nuestro mundo, de animales o de nosotros mismos en el sentido de considerar que existió un Ser que nos creó. Nuestro diseño cuenta con muchos "errores"  previsibles, posibles de eliminar o corregir, aunque claro esa sería la conclusión si es que fuésemos diseñados. También contamos con vestigios de órganos y funciones que ya no utilizamos... Todos esos "errores" únicamente refuerzan la idea de una generación espontánea y de la evolución.

Sin embargo el tema abarca mucho más. El Universo es una muestra de ello: galaxias caníbales que devoran sistemas completos, asteroides y cometas gigantes a la deriva en el espacio capaces de destruir mundos enteros o agujeros negros que tragan todo lo que se acerque demasiado e incluso que pueden  lanzar partículas a velocidades impensables, con la capacidad de destruir lo que toquen. Nuestro Universo tiene muchos cabos sueltos y a no ser que a Dios le fascine el ping pong galáctico, resulta bastante claro que todo ello es el resultado de un surgimiento espontáneo. Cierto que aún no está claro cómo ocurrió, pero las hipótesis científicas nos presentan una explicación lógica de conformidad con las leyes que nos rigen al contrario de la explicación religiosa que únicamente traslada la duda de lugar (si Dios creó el Universo ¿quién creó a Dios?) y coloca su explicación en un ser no sólo indemostrado, sino que van en contra de las leyes físicas posibles.

El caso es que somos verdaderamente diminutos en comparación con el Universo... con razón nos inventamos ser hijos de un Dios y ser trascendentes a través de un alma. Tenemos miedo de la inmensidad de lo que nos rodea y de no tener el control de nuestra propia existencia. Afortunadamente el miedo es necesario para poder sobrevivir. Quien diga que no tiene miedo o que puede eliminar el miedo es  un tonto o un charlatán ya que, o desconoce la función real de éste o utiliza el miedo de otros como una forma de obtener algún beneficio.

Nuestro cerebro comprendió hace tiempo que no sabemos muchas cosas, pero en su afán de darnos a entender nuestro entorno nos dió respuestas, respuestas que no necesariamente son ciertas. De esa forma generó nos ayuda a entender nuestro entorno, pero también nos genera una ilusión. El hemisferio izquierdo del cerebro "... debe crear orden de cualquier ocurrencia o conducta, por eso le llamamos el intérprete porque recoge todos los datos y los ordena en una historia con sentido, aún cuando esté completamente equivocado”, menciona Glenys Alvarz, citando al neurólogo Michael S. Gazzanig en su artículo llamado El intérprete


El problema real se dá cuando estas respuestas generadas por nuestro cerebro para entender nuestro entorno se convierten en nuestro ideal de vida y tratamos de cambiar el miedo de desconocer el porqué de nuestra existencia y qué nos depara la misma, por una respuesta irreal e infundada. Nuestros posibles esfuerzos por eliminar el miedo natural que nos ayuda a preparanos se pierden en el sin sentido de un absurdo muy probablemente producto de nuestro cerebro.

Finalmente eso es lo que ocurre con las religiones: enfoca nuestros esfuerzos en tratar de responder preguntas equivocadas y en satisfacer seres indemostrados y, sin algo sí está comprobado es que resulta imposible aplicar el mismo recurso a dos fines distintos ya que se obtendrán resultados ineficaces. El miedo nos ayuda estar alertas y a prepararnos para lo imprevisto. Nuestro miedo natural a lo desconocido nos permite intentar buscar la respuesta, pero al enfocar los esfuerzos en un miedo absurdo, intentaremos buscar la respuesta en el lugar equivocado.

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