miércoles, 8 de diciembre de 2010

Descartando los argumentos "Las Crueldades del Ateísmo" de Peter Masters (V)






Continúo con las entradas de lunes, martes, miércoles y viernes de la semana pasada:

5. El Ateísmo Siempre Avanza Utilizando Métodos Deshonestos:

Es preciso comentar acerca de los métodos del ateísmo, debido a que allí radica mucha de la evidencia de su carácter tan ruin que lo hace completamente ofensivo a Dios. Por muy amable que sea la carátula externa del ateísmo, sus métodos son invariablemente despiadados y engañosos. Esto no significa que todas las personas que son ateas, son en sí mismas despiadadas y engañosas. Esta es una observación válida acerca de todo el movimiento o cruzada del ateísmo tomado en su conjunto.


Explicación del decimonoveno argumento absurdo:
El título en sí mismo constituye una generalización absurda y falaz, pero especialmente llama la atención que pretende probar la veracidad de la generalización con base en dos ejemplos que desarrolla en los párrafos subsecuentes, tocado en el primero el divorcio y en segundo la televisión...


En mi época de adolescente leí una serie de novelas escritas por una prominente figura literaria que abogaba por la relajación del vínculo matrimonial en la sociedad. En su obra se encontraban los argumentos a favor de rechazar las tradicionales nociones bíblicas de lealtad matrimonial y conceptos similares. Se trataba de los argumentos del ateísmo. Era fácil sentirse atraído por los personajes de estas novelas, pero súbitamente me di cuenta que el autor estaba sumergido hasta el cuello en una técnica deshonesta. Su meta era demostrar que no es razonable, que es cruel, esperar que dos personas permanezcan unidas de por vida, y que el divorcio debe ser una respuesta aprobada y disponible al experimento de las relaciones matrimoniales. También tenía por meta convencer a sus lectores que las normas cristianas eran una escandalosa limitación para el disfrute de la vida. ¿Cómo establecía su punto de vista? Creaba situaciones por las que desfilaban personas buenas, amigables, ingeniosas y atractivas todas ellas, y con la necesidad de divorciarse, pero impedidas de hacerlo por leyes defendidas por grupos de mentes estrechas y desagradablemente obtusas. Aquellos que se oponían al divorcio eran infelices en sus matrimonios, mientras que los pocos que se aventuraban a divorciarse (a pesar de las dificultades que existían entonces), encontraban su felicidad con plenitud.


¿Por cuáles medios, entonces, estas novelas demolían el mandato de Dios que exige unidad, lealtad y amor en el matrimonio? ¿Era sólida su argumentación o su razonamiento estaba apoyado por la evidencia? No, era por medio del engaño; era haciendo trampa. La ficción se hizo argumento; la invención se tornó evidencia. Y ésta es la técnica acostumbrada que utiliza el ateísmo. Al no contar con elementos creíbles para apoyarse en su cruzada en contra de los valores morales revelados por Dios, el ateísmo recurre a la ficción para influenciar a las masas.


Explicación del vigésimo argumento absurdo:  El autor pretende desconocer (o desconoce) las bases históricas y sociales del divorcio. Como se ha establecido anteriormente, el hecho que una norma religiosa de aplicación para un grupo dentro de una sociedad tache de pecaminosa una actitud, esta no es necesariamente deshechada como inmoral o inaplicable a la sociedad en su conjunto. Para que eso ocurra la actitud pecaminosa debe de generar un agravio real y testable al individuo o a la colectividad como tal. El divorcio no sólo no genera un agravio, sino que cumple con una función social y tiene sus raíces en distintas culturas al establecer las condiciones jurídicas para que dos personas decidan romper un vínculo legal si deciden que la convivencia ya no es posible. El costo de mantener una vínculo jurídico irrompible e inviolable es muy alto para las partes: desde la simple separación sin poder resolver la situación y amarrar para siempre a los cónyuges, prohibiéndoles rehacer su vida hasta agravios físicos o mentales entre ellos mismos o sus hijos. El divorcio no es una invención atea como pretende hacer ver el autor, sino que es una figura legal surgida de las necesidades individuales de regular la legal y correcta separación de dos personas que fueron unidas por el vínculo matrimonial.

No hay trampa alguna en el razonamiento de considerar el divorcio como una salida legal para la imposibilidad de continuar la convivencia conyugal, este está sustentado en la historia y en la práctica. Lo que sí es una trampa del razonamiento es la utilizada por el autor al pretender considerar, sin previa prueba, la existencia y, sobre todo, de la invariabilidad de normas morales de origen divino, cuando ya se ha determinado que estas son igual de variables que cualquier tipo de normas conductuales y, aún más ya que con base en la religión se permite la muerte, asesinato, tortura y sufrimiento con tal de ganarse la vida eterna...



Hoy en día, la ficción de la televisión le lava el cerebro a la sociedad sin cesar, la cual es escrita invariablemente por personas ateas, en su mayoría evidentes partidiarios de un estilo de vida promiscuo, egoísta, profundamente ambicioso, entregado a los placeres y a favor de la homosexualidad. No solamente escriben para hacer dinero, sino también paralelamente, para justificar su propio sistema de vida y para persuadir a la sociedad de que se burle de las normas morales. No hay temor de Dios delante de sus ojos mientras se esfuerzan en imprimir sus propios gustos y características sobre toda una generación. Ellos aducen que su trabajo es un reflejo de la sociedad, pero es fácil ver que guían a la sociedad en cuanto a la decadencia, conformándola y delineándola.

Explicación del vigésimo primer argumento absurdo: Nuevamente el autor afirma que los ateos escriben la ficción televisiva sin presenta prueba alguna que sustente la misma. El hecho que no esté de acuerdo con los programas que allí aparecen no es suficiente para asegurar lo anterior.
Asimismo, resulta chocante que mencione que la mayoría de ateos seamos partidarios de un estilo de vida promiscuo, egoísta, ambicioso, entregado a placeres o a favor del homosexualismo. No lo es por que estas situaciones sean malas per se, sino por que el autor considera que constituyen los peores vicios de la sociedad, lo cual no es cierto. La promiscuidad va de la mano con nuestras necesidades fisiológicas y es un legado de la evolución: la posibilidad de embarazar a una mujer cada mes o la generación de millones de espermas,  son evidencias de ello. Ahora bien, que la monogamia haya sido aceptada socialmente como una práctica normal es el resultado de la necesidad de garantizar la transmisión genética y enfocar el cuidado a un grupo reducido de descendientes y los esfuerzos en una única pareja, pero no por ello se ha eliminado las necesidades fisiológicas. De hecho este es un ejemplo de cómo el ser humano decide renunciar a su libertad para cumplir con fines propios pero no por ello constituye el mal en sí mismo o el motivo de la decadencia social. Asimismo, el egoísmo, ambición o la búsqueda de placeres son parte del actuar normal y cotidiano del ser humano y necesario para la propia supervivencia en muchos casos, la ambición nos ayuda a buscar la mejoría de nuestras condiciones, algo natural y los más caritativos seres humanos actúan movidos por fines egoístas. La búsqueda de placeres no es mala en sí misma, sino que como todo, los abusos son los que interfieren con el actuar del ser humano. Y, por último, estar a favor del homosexualismo es tan sencillo como entender que no se puede discriminar a una persona por su tendencia o inclinación sexual, encasillándola en un único aspecto de su vida y amenazándola que para que sea tratada como una persona "normal" debe de renunciar o modificar a un aspecto importante de su vida como lo es su propia sexualidad. 

Por otra parte, particularmente creo que el autor toca acá el verdadero problema del creyente: considerar que la ficción (televisiva, radial, oral o escrita, incluyendo la bíblica) es una realidad. El problema no es que existan programas televisivos que contengan acciones inmorales sino que no existe suficiente fundamento en las personas que los ven para poder diferenciar entre unas y otras y, establecer que aquellas son inmorales y por qué.
Por lo demás, el autor, por enésima vez realiza una falacia del hombre de paja al establecer lo que el ateo dice de forma unilateral e infundada.

Indudablemente, los dramas y las telenovelas de hoy están cambiando el punto de vista y el comportamiento de la sociedad, pero esto lo hacen mediante el uso de técnicas deshonestas, al describir la ambición, la autoestima y la inmoralidad como cosas naturales, razonables y satisfactorias. Esta falsa "evidencia" está muy lejos de la verdad. Los propios escritores, con frecuencia, llevan vidas de mucha infelicidad y desesperado dolor, salpicadas de enfermedades transmitidas sexualmente, problemas de adicción y dolorosos rompimientos en sus relaciones personales. Entre tanto, la nueva generación recibe la impresión que la "sociedad normal" siempre ha sido una enervante ronda de promiscuidad y perversión.


La ficción de la televisión promueve constantemente estos "anti-valores," utilizando personajes diseñados para atraer la admiración y el afecto, especialmente de los jóvenes. Ciertamente el ateísmo ha llegado a tener el dominio de la ciencia de la comunicación, pero con un engaño despiadado y con distorsión. Por este medio moldea las opiniones de las masas y atrae a la sociedad hacia sus caminos.

Explicación del vigésimo segundo argumento absurdo: ¿Es la televisión las que marca las acciones de la sociedad o es al revés, es la sociedad las que marca las pautas televisivas? la pregunta no deja de ser interesante por que si es indiscutible el impacto que ha tenido la televisión en la sociedad y el individuo. Sin embargo, para los efectos prácticos es el televidente el que determina qué aparece y qué no aparece en un programa televisivo. Aquellos que triunfan contienen lo que el espectador desea ver, lo cual a  su vez depende de tiempo y lugar. Las personas no cambian su modo de actuar por que en un programa se les diga que es o no es correcto hacer algo, sino que estos cambios conductuales se derivan de una evaluación subjetiva de los pros y contras de cumplir o dejar de cumplir con la norma, tal y como anteriormente se ha establecido.

El autor, en su afán de achacarle a cualquier costo el supuesto deterioro social al ateísmo, incurre en un absurdo tremendo al pretender ligar dicho deterioro a la televisión, la cual según él es manejada por ateos que a su vez pueden cambiar las normas conductuales de los individuos con la emisión de programas televisivos que contienen su inmoralidad atea... ¿conspiración infundada? claro que si, sin embargo cualquier persona que se tome la molestia de investigar la acción humana podrá descartar el absurdo argumento.

Por otra parte, la historia de los seres humanos está llena de "promiscuidad y perversión", basta revisarla. Lo que ha logrado mantener la correcta convivencia social son las normas conductuales espontáneas, no las religiosas per se, a menos que estas las contengan dentro de sus propias normativas religiosas.

Continuaremos otro día con los siguientes puntos...

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