Ha sido noticia (sabrá Dios porqué) la fractura e intervención quirúrgica que Benedicto XVI sufrió la semana que pasó.
Lo que me parece curioso es que pese a ser Benedicto el supuesto sucesor de Jesús en la tierra, se someta a procedimientos humanos. Digo, lo ocurrido es natural y consecuente ya que siendo un ser humano como cualquiera, es natural que se le quiebren los huesos y que por dicho motivo sean reparados, cuando el propio cuerpo no puede, a través de la ciencia mediante una intervención quirúrgica.
Lo curioso es: si la fe lo puede todo ¿por qué no hincarse a orar?, ¿por que no pedirle a Dios que lo cure?
Esta inconsistencia entre creencia y actos es parte de la división de ideas que el creyente tiene respecto de hasta dónde sabe que Dios actuará: si Benedicto se quiebra un hueso no irá a la Iglesia a orar ya que (aunque crea que Dios lo puede todo) sabe que un médico debe de curarlo; del mismo modo, el creyente sabe que aunque rece todo lo que pueda, deberá ir a trabajar para tener dinero (claro, excepto los beneficiados de la religión) y así, existen muchísimos ejemplos.
¿Por qué?
Una frase interesante del artículo de Genny Álvarez publicado en Sin Dioses llamado ¿Necesito disculparme por ser atea? nos da una idea:
... es curioso como las personas adecúan sus pensamientos por más contradictorios que éstos sean (¿recuerdan el hemisferio intérprete?). El conjunto de esos avances científicos integrados a la vida moderna (casi todo, realmente), es aceptado, asimilado y utilizado sin reparar en el conocimiento que lo hace posible. Es plausible aceptar la terapia genética sin relacionar que esos mismos discernimientos sobre la molécula del ADN que la admiten, están vinculados al proceso de la evolución y que compartimos porcentajes variados de ella con los demás animales. Estas implicaciones, sin embargo, pueden ser pasadas por alto, objetadas y rechazadas por las mismas personas que aceptarán la terapia para salvar sus vidas.
Finalmente es nuestro cerebro quién cree en Dios al igual que se cree que al tomar la medicina habrá un resultado positivo. Ambas son creencias:
Nuestro cerebro esta diseñado para generar creencias, esa es una cualidad biológica sobre la que no tenemos control. En realidad le da igual generar creencias lógicas que generar creencias absurdas.
La frase es del artículo Cerebro creyente de María Luisa Alba Bustosel.
Nuestro cerebro divide y esquematiza el conocimiento que recibimos, ordenándolo para que este pueda ser efectivamente utilizado y generar cierta certeza en nuestros actos (de allí las creencias), explicandonos nuestro entorno de modo que podamos entenderlo. Por ello permite que un mismo individuo tenga pensamientos mágicos que le hagan pensar que existe un Dios Omnipotente que le ayuda y vela por él pero que para curarse debe ir al médico y tomar su medicina.
Al final del camino todos creemos en algo: el problema es porqué creer en eso.
La diferencia entre ir al doctor para curar un hueso roto o rezarle a Dios para que cure el hueso roto, es que con el primero la creencia en que existirá una mejoría está sustentada en la experiencia, observación y procesos testados que aseguran una consecuencia lógica.
En el segundo, no existe nada más que una idea no probada de la existencia de un ser... ni siquiera Benedicto confía tanto en Dios como para rezar en vez de ir al doctor, claro que eso no es su culpa, es culpa de su cerebro.
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