¿Quién no ha visto Taxi Driver de Marin Scorsese con Robert de Niro, Cybill Shepherd y Jodie Foster? Dentro de las muchas ideas que se entretejen en la película creo que vale la pena mencionar sobre todo lo que para mí es la escencial: la facilidad con que un loco o un delincuente puede ser mitificado y llevado al nivel de héroe cuando, muy probablemente, haya actuado sin ningún fin loable.
Ejemplos de esa tendencia humana de dejarnos llevar por lo que creemos saber y mitificar a ciertas personas por anécdotas o por lo que supuestamente representan, sin adentrarnos en conocer si efectivamente merecen nuestra estima, hay y muchos y en los distintos ámbitos.
Pese a ello creo que los ejemplos más tristes se encuentran en las religiones del mundo. Dejando de lado las consideraciones obvias sobre admiración hacia terroristas que se explican por sí mismas, me llama la atención los ejemplos dentro del cristianismo (tanto en la Iglesia Católica con los protestantes) ya que algunos de sus hombres santos o especiales, enviados del Dios del Amor, acudieron a la violencia para llevar la palabra de Dios a quienes no la querían ni la pidieron y dejarles dos opciones: conversión o muerte. Acá una excelente recopilación de algunos de esos personajes y otros héroes religiosos.
Sin embargo estoy seguro que quien se lleva las palmas a la hora de mitificar personajes y vender dicha idea a sus fieles es la Iglesia Católica, con el argumento que sabe quién está en el Paraiso y, por ello, puede nombrar santos a quien considera oportuno.
Mencionado ello aclaro que esta introducción se dirige a escribir sobre la entrada que a propósito he dejado varios día en el blog referente a la pregunta si el católico cree que debería beatificárse a Juan Pablo II. El motivo por el cual la dejé un par de días era para ver si tenía respuesta de algún católico ya que va dirigida a ellos pero desafortunadamaente no hubo respuesta...
Debido a las tradiciones que la Iglesia inculca a sus fieles, el católico tiende a mitificar a los representantes de la Iglesia sin importarle que han hecho o dejado de hacer. Juan Pablo II no es la excepción y creo que por ello es un de los grandes mitos contemporáneos ya que lo que dejó de hacer, la omisión en su actuación respecto de las actividades de Marcial Maciel -quien era "un guía eficaz de la juventud" según dijo en México en 1994- y otros abusos cometidos durante su papado, no tiene otro nombre que encubrimiento.
Juan Pablo II fue culpable de comisión por omisión, toda vez que el hecho de saber de la comisión de actos ilícitos y no hacer nada pudiendo evitarlos, o siquiera investigarlos, es tanto como colaborar con quien lo comete y, por lo tanto encubrirlo.
Si el católico evalúa lo ocurrido debería de oponerse a la beatificación de esta figura ya que representa, lo quiera o no, a todos aquellos que saben de abusos hacia niños y jóvenes y que pudiendo hacen algo para evitarlos no hacen nada, ya sea por temor, negligencia o intereses propios o institucionales, situación que se agrava si se toma en cuenta que según ellos mismos, el Papa representa a Dios en la Tierra.
Desafortunadamente eliminar el mito es muy complicado, sobre todo cuando se toma en cuenta que el creyente no quiere dejar de creer y que aunque sabe que entre los santos de la Iglesia hay misóginos y asesinos, eso poco le importa así que ¿qué más da un beato encubridor de pedófilos y abusadores?
(*) foto tomada de ElPaís.com
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