El 14 de enero de 1989 miles de musulmanes enardecidos participaron en la quema, ahora en la ciudad británica de Bradford, de la ya cuestionadísima novela. (1)
... exactamente 30 días después, coincidiendo irónicamente con el día de san Valentín, se dio el punto más álgido de la censura islámica, cuando el entonces máximo dirigente religioso en Irán, el ayatola Ruhollah Jomeini difundía a través de Radio Teherán una fatwa (edicto islámico de carácter religioso) que ordenaba “a todos los celosos musulmanes” la búsqueda y ejecución tanto del autor como de los editores de Los versos satánicos, por ser una obra en contra del Islam, en contra del profeta del Islam y en contra del Corán. [...]
El 25 de septiembre de 1998, en el seno de la onu, se anunció un acuerdo entre Gran Bretaña e Irán para reanudar relaciones diplomáticas. El gobierno iraní, encabezado entonces por Mohamed Jatami, se comprometió a no financiar ni alentar ni proteger a nadie que intentase llevar a cabo la fatwa, ni ejecutaría acciones directas para realizarla. Sin embargo, organizaciones fundamentalistas señalaron que la fatwa no podía ser revocada por decisión de las autoridades políticas.
Para entonces, varias personas relacionadas con el libro habían sufrido atentados. En julio de 1991, el traductor italiano, Ettore Caprioli, fue apuñalado en su departamento en Milán, pero sobrevivió. Días después, el traductor japonés, Hitoshi Igarashi, fue acuchillado mortalmente en su despacho de la Universidad Tsukaba, en Tokio. Y en 1993 el editor sueco de Rushdie, William Nygaard, fue herido en un atentado, y el traductor al turco, Azis Nesin, quien publicó fragmentos de la novela en su periódico, apenas logró escapar de un incendio provocado, en el hotel donde se hospedaba, por una multitud enardecida. El incendio mató a 37 personas. Nunca se pudo establecer ninguna conexión entre los atentados y el gobierno iraní.
Salman Rushdie llevaba más de nueve años de vivir oculto, a salto de mata, cambiando de domicilio sistemáticamente de acuerdo con la rutina establecida por el servicio secreto británico. Fueron 105 meses en los que el escritor no pudo caminar por un parque, ir al cine ni salir a hacer las compras para la cena. Días en que dedicó largas horas a leer periódicos, a hablar por teléfono y a escribir, escribir y escribir. Y cuando las medidas de seguridad lo permitieron recibió visitas y asistió a cenas y reuniones sociales.
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Sin embargo, es importante establecer porqué ocurrió todo ésto:
Eliot Weinberger, el cuidadoso traductor de Octavio Paz al inglés, sostiene que rara vez se dice que la fatwa de Jomeini fue el resultado de un error de traducción. Explica que el título de la novela de Rushdie proviene de una leyenda en la tradición islámica sobre la redacción del Corán, dictado a Mahoma por Alá mismo, a través del ángel Gabriel. Según la historia, Mahoma recitó algunos versículos que admitían a tres diosas populares como simbólicas hijas de Alá. Más adelante, alegó que los versículos le habían sido dictados por Satanás en voz de Gabriel, y los versículos fueron suprimidos.
El problema estriba en que los orientalistas ingleses del siglo xix llamaron a estos versículos los “versos satánicos”, pero en árabe (y en otros idiomas cognados) dichos versos fueron conocidos como gharaniq, “los pájaros”, a raíz de dos versos expurgados sobre las diosas de la Meca. En árabe, el título de Rushdie fue traducido literalmente como Al-Ayat ash-Shantaniya, donde shaytan significa Satanás, y ayat, específicamente, los “versos del Corán”. Ya que la frase “versos satánicos” es desconocida en el mundo musulmán, el título en árabe implicaba la peor blasfemia: que el Corán entero había sido redactado por Satanás. Así, frente al título, concluye Weinberger, “el contenido del libro era irrelevante”.
La hipótesis de Eliot Weinberger explicaría, en parte, el por qué aún hoy las autoridades islámicas continúan renuentes a analizar la novela y simplemente se limitan a repetir que la fatwa de Jomeini continúa vigente y que es inamovible. (3)
1 comentario:
Por esa terquedad y esa incapacidad de ver las cosas reales y las pruebas y la incapacidad de analizar una situación de manera objetiva, es que las mayores guerras y genocidios ábsurdos se dan aún en los países musulmanes.
Si el cristianismo posee doctrinas que van en contra de la libertad individual, del librepensamiento y de muchas otras cuestiones, el Islám es aún más estricto y más intolerante.
El Islám ahora es lo que fue el cristianismo hace unos cuantos siglos. Ojala que en pocos años, la situación vaya tomando matices más humanistas y menos dogmáticos, porque como vemos día a día, los dogmas constituyen la chispa de todo conflicto y resentimiento.
Muy buen artículo.
Saludos.
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