miércoles, 13 de agosto de 2008

¿Cómo es que nos dejamos seducir?

El artículo hace una explicación de ¿Cómo es que nos dejamos seducir?, desarrollando los temas siguientes:
1) El impulso y su propagación, las memorias asociativas y el origen de las fantasías.
2) Unificación de las categorizas en estructuras lógicas o narrativas. Exclusión y control de categorías inadecuadas.
3) La supresión de la decisión autónoma; su explicación
Lo interesente viene en el último tema: La supresión de la decisión autónoma, que pese a ser una conclusión de los dos anteriores, se explica por sí mismo.
Copio dicho tema:

[…]
“III. ¿POR QUÉ NOS RESIGNAMOS A QUE ALGUIEN NOS EMBARGUE NUESTRA FACULTAD DE DECIDIR?

La supresión de la decisión autónoma; su explicación

En estado de vigilia y en condiciones normales, el curso de los acontecimientos mentales descritos está orientado hacia la acción. La “escena de acción” encuentra el paso del pensamiento a la acción, gracias a la conexión del tálamo al córtex órbitofrontal, vecino al extremo terminal de sistema motor.
Pero no es así en el sueño donde precisamente se opera un fenómeno llamado de “regresión interior”, al estar bloqueado el acceso hacia a la acción. Hay “escena de acción” pero en las regiones parietales, temporales y occipitales, donde residen los sistemas perceptuales y de memoria. Interesa notar también que, puesto que los sistemas reflexivos están desactivados, la escena imaginada es aceptada de manera acrítica.

El principio de economía de esfuerzo

En la venta, la negociación o el amor alguien va a ceder. En eso, en abdicar, va consistir el paso al acto.
El salto a la acción por encima de las probabilidades y los riesgos, necesita una inversión en energía para la decisión y para la acción. Ceder es por tanto economizar energía de resistencia. Se cede por inercia en unos casos. Y en otros, como en la seducción amorosa, por motivaciones menos obvias como es la de experimentar el vértigo de la infracción de las reglas morales.

El principio de la evitación del riesgo

Las fases anteriores no desembocan en la respuesta o acción con el carácter imperativo de una deducción silogística que no tiene escape. La mente humana no es un aparato que funciona con la energía de la racionalidad pura. Nuestras inferencias de la vida ordinaria, comportan siempre alguna dosis de riesgo, en un contexto de probabilidades. No podemos alargarnos sobre el asunto, pero tratándose del comportamiento real del decisor, no tiene razón Aristóteles sino Hume.

El empujón final del seductor

El seductor o vendedor opera sobre las motivaciones. Aporta a su “víctima” elementos informacionales –fantasías - que acrecientan su estimación subjetiva de las probabilidades de buenas consecuencias. Enciende emociones más o menos ilusorias. Aporta la falsa coherencia de una narración atractiva, el “cuento”. Y dará el empujón final, que es ese plus de energía suplementaria liberadora para que el que debiera decidir, no lo tenga que hacer por sí mismo.
Un empujón final que fuerza o ayuda a saltar sobre abismo de las dudas y la incertidumbre.
El resultado es que hacemos lo que no habíamos querido, y no ponemos en marcha la opción a la que nos hubiera conducido la racionalidad objetiva.
La explicación se encuentra en que la localización probable de la “escena de acción” quedó aún bloqueada en el área parietal-temporal-occipital. Sin que pueda entrar en juego de manera plena la vigilancia cortical.

El no ejercicio de la volición en el proceso decisional.

Dígase lo que se quiera sobre el libre albedrío, todos tenemos la experiencia fenomenológica (en el sentido de Husserl) del acto libre. Un acto al que atribuimos finalidades que serán confirmadas por el feedback del entorno y por la conciencia clara de influencia nuestra voluntad sobre el comportamiento.
Admito que esta experiencia fenomenológica de la libertad sea de facto una atribución que hacemos en muchas ocasiones a posteriori.
Admito que las respuestas comportamientales son en la mayoría de las ocasiones una mera puesta en marcha de programas de acción almacenados que no necesitan control consciente.

¿Llegamos a un ejercicio de libre voluntad en el 5% de los casos? Ni siquiera -y quizás aún menos- cuando las decisiones son complejas.

Queda sin embargo que ese 5 % de libertad es posible. Y que es más posible aúna cuando se ejerce la plena vigilancia racional. Mientras que los seductores de todo pelaje secuestran o embargan la voluntad de los incautos.

Blas Lara
miércoles 06 Agosto 2008 - 08:29”



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